Contrariado, enfundo el ánimo desanimado
dentro del centro de las caricias que me has dado,
para parar paradigmas y vueltas al pasado,
inconexiones celestes o cielos del Este agotado.
Lombrices taladran mis tierras mojadas
abriendo caminos concretos en ellas,
mis entrañas son terruños y labranza
para pensamientos retorcidos como larvas.
Como se acaban las palabras ajadas,
se acaban las noches y las estrellas,
se destruyen equilibrios y balanzas
en los pozos negros que me escarbas.
Salitres alimentan las paredes de la calma
y les enseñan a ser sedimento y fósil,
alma dócil que poder doblegar con el viento,
lamento para esgrimir como una espada inmóvil.
No quedan columnas que derribar en el consuelo,
ni ruinas que acumulen polvo en nuestro suelo,
ni aves eternas que encuentren el Sur en su vuelo,
ni pena, ni gloria, ni memorias de arena en el duelo.
Mantengo en mí aquel nosotros que tenías,
y que me diste un día sin quererlo,
para cuando quieras volver a recogerlo,
lo encuentres limpio e intacto, justo como tú querías.
Sergi Yagüe
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